Londres, 1851
Gran Exposición, (en inglés Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations) es el nombre con que se conoce a la exposición Universal celebrada en 1851 en Londres. Concebida para mostrar el progreso de todo el mundo: maquinaria, productos manufacturados, esculturas, materias primas, todos los frutos de la creciente industria humana y de su ilimitada imaginación. Su apertura, el 1º de mayo, en Hyde Park, mostró todas estas maravillas en una maravilla más: El Crystal Palace (el Palacio de Cristal). El príncipe Alberto, esposo de la Reina Victoria, fue el principal promotor de esta exposición.
Esta exhibición engloba, simboliza e inicia la mirada del ser humano hacia el progreso y la modernidad; demostró en su tiempo la supremacía de Inglaterra como el país más avanzado industrialmente. Los artículos ingleses ocupaban más de la mitad del Crystal Palace, y reflejaban el sutil conflicto entre lo viejo y lo nuevo que tanto preocupó a la Europa del siglo XIX. Varios países mandaron sus productos, dentro de los cuales todavía se podía ver muchos productos artesanales. Las colonias inglesas, enviaron una gran variedad de productos que cautivaron la imaginación del público inglés. Además, es aquí donde se comenzó a ver la diferencia entre un emergente grupo que sería el Primer Mundo versus otros que después serían países en "vías de desarrollo" o Tercer Mundo.
Como base de esta exposición, se encontraba la fe en el conocimiento científico La ciencia estaba produciendo nuevos y poderosos cambios en la manera de producir y de ver la vida, cambiando así mismo el pensamiento. El hombre quería tener el mayor conocimiento posible para poder controlar a la naturaleza. La ciencias como la física, la genética, la psicología, la antropología y la sociología, comenzaron a tener más adeptos para su estudio, propiciando cambios y descubrimientos en la aplicación de nuevos conocimientos científicos.
La exposición recibió objetos tan extravagantes y llamativos como un trono tallado enteramente de marfil o el enorme diamante de Koh-i-Noor, encerrado en una jaula como si fuera un pájaro brillante. Además inventos de genios locos, como una cama que despertaba a su ocupante catapultándolo directamente a una bañera de agua fría, y también lujos nada habituales en espacios públicos, como la fuente que manaba agua de colonia.
La consecución de la financiación necesaria para ponerla en marcha corrió de su cuenta. Decenas de caricaturas de la época le representaron pidiendo limosna para sufragar su proyecto, en el que muy pocos creían al principio. Las críticas eran duras y provenían de lo más granado de la sociedad londinense de la época. Pero el príncipe Alberto consiguió todo el dinero necesario, dirigió personalmente las obras y el programa de la exposición.
No sólo consiguió impresionar a Londres y al mundo entero, si no que el evento se convirtió en un hito en la historia del turismo, además de un negocio muy rentable. Con los beneficios alcanzados gracias a los más de 700.000 visitantes que pagaron entrada y a los 6 millones que merodearon por los alrededores del edificio, se acometió la urbanización de lo que hoy es el nudo entre South Kensington y Knightsbridge, que entonces era un área suburbial y de prostitución.
Pablo Rodríguez Romo
Esta exhibición engloba, simboliza e inicia la mirada del ser humano hacia el progreso y la modernidad; demostró en su tiempo la supremacía de Inglaterra como el país más avanzado industrialmente. Los artículos ingleses ocupaban más de la mitad del Crystal Palace, y reflejaban el sutil conflicto entre lo viejo y lo nuevo que tanto preocupó a la Europa del siglo XIX. Varios países mandaron sus productos, dentro de los cuales todavía se podía ver muchos productos artesanales. Las colonias inglesas, enviaron una gran variedad de productos que cautivaron la imaginación del público inglés. Además, es aquí donde se comenzó a ver la diferencia entre un emergente grupo que sería el Primer Mundo versus otros que después serían países en "vías de desarrollo" o Tercer Mundo.
Como base de esta exposición, se encontraba la fe en el conocimiento científico La ciencia estaba produciendo nuevos y poderosos cambios en la manera de producir y de ver la vida, cambiando así mismo el pensamiento. El hombre quería tener el mayor conocimiento posible para poder controlar a la naturaleza. La ciencias como la física, la genética, la psicología, la antropología y la sociología, comenzaron a tener más adeptos para su estudio, propiciando cambios y descubrimientos en la aplicación de nuevos conocimientos científicos.
La exposición recibió objetos tan extravagantes y llamativos como un trono tallado enteramente de marfil o el enorme diamante de Koh-i-Noor, encerrado en una jaula como si fuera un pájaro brillante. Además inventos de genios locos, como una cama que despertaba a su ocupante catapultándolo directamente a una bañera de agua fría, y también lujos nada habituales en espacios públicos, como la fuente que manaba agua de colonia.
La consecución de la financiación necesaria para ponerla en marcha corrió de su cuenta. Decenas de caricaturas de la época le representaron pidiendo limosna para sufragar su proyecto, en el que muy pocos creían al principio. Las críticas eran duras y provenían de lo más granado de la sociedad londinense de la época. Pero el príncipe Alberto consiguió todo el dinero necesario, dirigió personalmente las obras y el programa de la exposición.
No sólo consiguió impresionar a Londres y al mundo entero, si no que el evento se convirtió en un hito en la historia del turismo, además de un negocio muy rentable. Con los beneficios alcanzados gracias a los más de 700.000 visitantes que pagaron entrada y a los 6 millones que merodearon por los alrededores del edificio, se acometió la urbanización de lo que hoy es el nudo entre South Kensington y Knightsbridge, que entonces era un área suburbial y de prostitución.
Pablo Rodríguez Romo